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En la recta final del show, en la noche del jueves, Simple Minds despachó su himno “Don't You (Forget About Me)”. Cuando la dialéctica entre batería y sintetizador se abrió paso, sucedió algo mágico: el público se apropió del tema, al punto que el cantante Jim Kerr se tornó en espectador. Apenas llegó a balbucear algunos pasajes, y al encarar la parte final, la del “La la la la la”, le pidió a la gente que la cantaran en italiano, escocés y argentino. Algo que versa acerca de su universalidad, más allá de la broma.
Aunque la historia pudo haber sido distinta. Y es que este clásico, de la autoría del productor musical Keith Forsey y del guitarrista Steve Schiff, fue pensado inicialmente para Brian Ferry o Billy Idol, quienes lo desestimaron. Tampoco forma parte de ningún disco del grupo, sino de la banda de sonido del film El club de los cinco (1985). Ahora que se cumplieron 40 años de su lanzamiento, el pasado 20 de febrero, la canción, toda una oda a la modernidad, da cuenta de la insularidad de la propuesta musical de los nativos de Glasgow. Justamente en ese rasgo hizo hincapié el escritor Irvine Welsh (autor de Trainspotting) en el documental Simple Minds: Everything Is Possible (2023), donde afirma que ellos “siempre parecían tener un sonido brillante incluso en el lugar más pequeño y grasa”. Y pensar que el Boca – River de la industria musical intentó confrontarlos en aquella época con U2, por la supuesta afinidad estética. Nada más lejos de la realidad.
En su tercera visita a Buenos Aires, esta vez en el Movistar Arena y enmarcada en la gira “Global Tour”, el grupo británico evidenció que el pop también puede ser un género inteligente, alérgico a la obviedad y abierto al coloquio con antípodas como el post punk. De eso dio fe “Big Sleep”, canción próxima a la situación experimental de una banda de la raza de Talk Talk, contemporánea a los escoceses y en la que el minimalismo se encuentra rondando. Sin embargo, unos temas antes, el recital arrancó con “Waterfront”, de cabalgata lenta pero firme, seguido por el introspectivo “The Signal and the Noise” (cruce entre el Roxy Music de Manifesto y el Depeche Mode de Violator), y el sofisticado “Speed Your Love”.
Ya en “Hypnotised”, la combinación generacional que da vida a esta encarnación de Simple Minds mostró su sintonía musical, al igual que su solvencia. En tanto el frontman, dueño de un carisma ruborizante y de una energía copiosa, dejó en claro que esos 65 años los lleva con dignidad. Eligió ser consecuente con su origen proletario, antes que insistir con vivir aferrado al glamour de antaño. Y es que para esto último tiene a las canciones, que asimismo pueden asomar matices étnicos, tal fue el caso de “This Fear of Gods”, o tornarse narcóticas, como “See The Lights”. “Once Upon a Time”, en tanto, confirmó una vez más el peso que tuvo en ellos David Bowie, al que Kerr y el violero Charlie Burchill tomaron de oráculo tras verlo en vivo en su tierna adolescencia.
En medio de ese triplete de canciones, tocaron “She’s a River”, cuyo final tuvo a la baterista Cherisse Osei en plan protagónico, con un solo más funcional que propiamente decorativo. Y para sentenciar el momento, el cantante espetó: “Esto es lo que llamo poder femenino”. Un rato antes también habló el bajista Ged Grimes, quien en su perorata en español mechó que el público argentino era “copado”. Quien no pronunció palabras pero se cantó todo fue la corista Sarah Brown, figura indispensable de la jornada y mejor respaldo imposible para Kerr, mientras éste iba de un lado al otro del escenario, haciendo paradas, de tanto en tanto, sentado en los monitores. El guitarrista rítmico Gordy Goudie y el tecladista Erik Ljunggren completaron el line up.
Si bien el grupo británico publicó hace tres años su último álbum, Direction of the Heart, como parte de una discografía que nunca dejó de producir novedades, no tocó nada de ahí. De lo más reciente, sólo rescató la ya mentada “The Signal and the Noise”, de su disco Walk Between Worlds (2018). El resto del repertorio lo dedicaron a revisitar lo más excelso de su obra y para ello avanzaron de la mano del exquisito “Wish You Were Here”, incluido en su trabajo de estudio Once Upon a Time, cuya tapa daba vueltas en la pantalla, al mismo tiempo que sonaba la canció. A partir de esa instancia, como si lo hubieran dejado especialmente para el remate del show, el foco estuvo puesto en celebrar la música que manufacturaron en 1985.
Entonces desenfundaron el R&B etéreo “All the Things She Said”, al que le secundó el pop “Sanctify Yourself”, ambos de Once Upon a Time. Aunque previamente hicieron escala en 1982, por cortesía de “Someone Somewhere in Summertime”. En esa altura del show, las casi ocho mil personas que acudieron al predio de Villa Crespo (el campo estuvo poblado por sillas), no querían volver a sentarse. Pero vino el bis, y con éste el sinuoso “Dolphins”, lo que invitó a la contemplación. No obstante, al toque irrumpieron dos temazos, el funk “Ghostdancing” y “Alive & Kicking”, título que cuatro décadas luego sigue vigente. Y es que esta leyenda sigue vivita y coleando.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/822712-simple-minds-una-leyenda-que-sigue-vivita-y-coleando