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Los primeros minutos de la conexión en la llamada se sienten como entrar a un aula siendo un docente permisivo: se hacen chistes ("Entró el inteligente, chamo"), se burlan por la ecualización de audio de uno de ellos, arman barullo, teclean. Todo eso, sumado al impacto de su álbum, aumenta la ansiedad por querer conversar con el colectivo venezolano Weed420, responsables de uno de los potentes discos latinoamericanos del año: Amor de Encava.
Para entrar a esta historia es necesario un preámbulo, o un cruce con las movidas bondioleras argentinas. Hace casi 20 años, el artista marplatense Dani Basso creó la serie Bijouterie para camiones, con obras inspiradas en la concepción decorativa de los choferes. Para Basso, el camionero es "ese ser viril que alimenta la fantasía de nuestra retórica popular" y "por lo general siente la necesidad de mostrar todo su potencial amatorio decorando y embelleciendo el vehículo en el que se desplaza". A los Scania que emperifolló con maestría se suma la filatelia de los colectivos y las luces de hotel alojamiento que encienden algunas líneas por la noche. El imaginario estético nacional abruma desde la imagen, mientras su ruido queda a cargo de las intensidades sociales. La vuelta, en Venezuela, es bien distinta.
Encava es la marca de transporte más elegida, de ahí que a sus conductores se los llame encaveros. Las encavas son personalizadas otorgándoles una impronta por cómo se ven y también cómo suenan. Una unidad puede rotularse con los nombres de sus familias o hijos, bautizando el vehículo con deseos de bendiciones para el camino, pueden encontrarse stickers e impresiones reflectivas homenajeando a sus referentes musicales, como Héctor Lavoe ("Es chévere ser grande, pero más grande es ser chévere"). La tipografía estirada remite al motocross, aunque también es skater: la combinación acaba por verse como el anuncio de un musical religioso. El orgullo se bendice en la ruta con el sonido de Venezuela: los tropicalismos en todo su esplendor. Es que si lo decorativo empuja la energía del transporte de adentro hacia afuera, la música venezolana lo contiene al interior de su coche.
"Nuestro encuentro fue bien en línea y border", describen sobre la concepción del grupo, y esa efervescencia sigue sin poner coto a su ritmo. Ni ellos mismos están seguros sobre la cantidad de integrantes que lo forman. ¿Son 6? ¿7? Al itinerario de esta encava no parece quedarle poco tramo.
La idea del álbum surge de un corto argentino de nombre Heart-Beat, de sólo 13 segundos y con dirección de Diego Noir. Álvaro supo que una historia de amor fallida en el metrobús porteño podía tener su correlato en los teclados creativos de Valencia (la ciudad del Estado Carabobo, donde reside la mayoría de Weed420). Ni siquiera fue una decisión que tomaron: la propia realidad los empujó a publicar el disco. De hecho, para la portada usaron una foto explotada de flash que tomaron una vez terminada la sesión oficial. Caminando vieron una camioneta que terminó de convencerlos. La predisposición de su chofer les permitió subirse y probar posibilidades. "Ojalá sea nuestro fan hoy, el que registró el disco en Rateyourmusic", dicen.
"Cuando nos estábamos por ir vimos el peluche y tuvimos que hacer otra porque era perfecta: ubicado ahí, con el tablero, perfectamente centrado, con un cable auxiliar colgado, nos estaba esperando", recuerdan. "Queríamos tomar el sonido de lo que es la camioneta por el símbolo que representa. El año pasado fue muy tumultuoso para Venezuela, eso coloreó el proyecto, su mood melancólico del final. Entonces unimos el tema de la migración y hacerlo que rodee el hecho de que estás en una encava que no tiene destino, que te estás yendo y yendo, no sabes cuándo va a parar."
Amor de Encava recrea la atmósfera inmersiva que propone la salsa baúl, género que toman las playlists de música romántica que los choferes disparan desde sus pendrives. Son curadores-conductores. Los Weed420 parten de esa parada pero aprietan el acelerador y arremeten con cada sample que se les venga en gana, le hacen guiños a ciertos hits de reggaeton y saben seducir con giros psicodélicos o de shoegaze, consiguiendo un balance justo entre la desolación del desarraigo y la algarabía indiscriminada del perreo, la impotencia latina y el almíbar bachatero. Un equilibrio que parece estar diciendo: "No importa dónde me toque estar, yo conozco el sonido de donde vengo".
El crítico Rodrigo Romero resume en su reseña la importancia de este álbum: "Es de los poquísimos documentos que retrata la crisis venezolana con tal magnitud en la sugestión sensorial. Un disco cargado de dolor que representa como ningún otro ese trauma y esa incertidumbre".
A la locura le podemos decir justicia poética (latinoamericana). Los Weed420 sabían que traían un muy buen proyecto, aunque no esperaban semejante impacto. Sienten que atravesaron una barrera y lo argumentan con el recibimiento de personas que admiran (Fermin, Coghlan, Broke Carrey, hasta Anthony Naples, dueño del sello neoyorquino Incienso). Y el álbum está empujado por Tropical Sadness, una plataforma que les brindó un marco para visibilizar el proyecto: "Tropical es un sello/colectivo de visuales que lleva años. Es el que mueve la cultura entre las sombras en internet en Venezuela y somos afortunados de estar ahí, son muy creativos. Nuestro envase es la nostalgia pero siempre vamos a caer en lo político, porque es algo inevitable en Venezuela, todo lo que uno hace está politizado. El sello siempre fue muy honesto en ese sentido."
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/822372-weed-420-en-venezuela-todo-lo-que-uno-hace-esta-politizado