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29/4/2025

"Fuego del viento", o la memoria colectiva

A su modo, la opera prima de Mateus propone una utopía: recuperar el espíritu de comunidad, que se está perdiendo en todos lados, en su país y también hoy en la Argentina. 

 En "Fuego del viento" la naturaleza se manifiesta.
 En "Fuego del viento" la naturaleza se manifiesta.


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Pequeño gran film de la portuguesa Marta Mateus

"Fuego del viento", o la memoria colectiva

A su modo, la opera prima de Mateus propone una utopía: recuperar el espíritu de comunidad, que se está perdiendo en todos lados, en su país y también hoy en la Argentina. 

Fuego del viento              8 puntos

Fogo do Vento; Portugal/Suiza/Francia, 2024.

Dirección y guion: Marta Mateus.

Fotografía: Vítor Carvalho y Marta Mateus.

Montaje: Marta Mateus, Claire Atherton.

Sonido: Hugo Leitão.

Producción: Marta Mateus, Pedro Costa, Fabrice Aragno y Richard Copans.

Duración: 72 minutos

Estreno: siete únicas funciones en la sala Leopoldo Lugones exclusivamente, a partir del miércoles 30.

Un viñedo tradicional en Alentejo, una zona rural al sur de Lisboa. Un grupo de trabajadores –con los rostros curtidos por la vida al aire libre- está terminando su jornada bajo un sol abrasador. El cansancio no les impide dedicarse mutuamente algunas bromas, mientras inician el camino de regreso a casa. Pero una muchacha que se queda rezagada (“holgazana”, le dicen) se corta con su tijera y la sangre que brota de su mano y va dejando a su paso atrae a un toro salvaje que ronda por la zona. A partir de allí, lo que hasta entonces tenía una cualidad de registro casi documental pasa a convertirse en un relato de orden mítico. Quienes hasta un momento atrás trabajaban con los pies sobre la tierra pasan a refugiarse en las copas de los árboles. Y presente y pasado pasan a ser un único tiempo: el del fluir de la conciencia, allí donde habita la memoria histórica.

En Fuego del viento, su primer largometraje, la cineasta portuguesa Marta Mateus parece invocar distintas tradiciones para hacer un pequeño gran film que, a su modo, propone una utopía: recuperar el espíritu de comunidad, ese que se está perdiendo en todos lados, en su país y también hoy en Argentina. Esos hombres y mujeres trepados a los árboles forman de pronto un colectivo que los excede, porque allí no están solamente ellos, sino también quienes los precedieron: son trabajadores olvidados, algunos por décadas –nadie parece venir a rescatarlos-, que van evocando sus recuerdos, amores y penurias. “Cada vez transpiramos más para ganar cada vez menos”, reflexiona uno, con voz queda. Y otro le responde con su propio monólogo: “El mareo del hambre es peor que el del vino”. La solidaridad, sin embargo, los hermana. También las remembranzas.

La luz del día da paso a una noche transfigurada, iluminada por una luna que parece apropiarse de esas almas que descansan en las ramas, mientras el toro negro y bravo sigue rondando por los alrededores. La memoria de las guerras coloniales libradas por Portugal aparece como en sueños, a través de unas viejas fotos en blanco y negro, que van cayendo de los árboles y dan cuenta de aquellos hombres que partieron lejos para dar batallas ajenas. A su vez, una transmisión de Radio Portugal Livre que recorre ese bosque encantado recuerda la caída de la dictadura de Salazar, medio siglo atrás.

Según la célebre taxonomía establecida por Pier Paolo Pasolini, el de Mateus es un cine moderno, “de poesía”, un cine consciente de sí mismo, que a diferencia del cine de prosa no pretende una narración objetiva sino, por el contrario, ver el mundo a través de la subjetividad de su autor. Ese gesto no le impide a Mateus conectarse profundamente con la obra de quienes la precedieron.

No se trata de citas en un sentido estricto, sino de hacer honor a esa casa común que todavía sigue siendo el cine. En Fogo do vento vibran ecos tan distintos y tan pertinentes como la luz de El sol del membrillo (1992), de Víctor Erice, y encuadres que parecen escapados de Tierra (1930), del soviético Aleksandr Dovzhenko, en la primera parte. La transición, el portal hacia la segunda parte, evoca a Robert Bresson, con esos planos detalle de la mano ensangrentada y la tijera que queda clavada en el piso. Y el bosque en el que se refugian los trabajadores trae a la memoria el bosque-comuna de Operai, contadini (2001), de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet.

Como allí, alrededor de los personajes –todos “no actores”, campesinos del lugar y también migrantes- en Fuego del viento la naturaleza se manifiesta, con sus ruidos de insectos, sus árboles, sus efectos de luz sobre las hojas. Esa elementalidad del mundo que abraza el film de Mateus también está en el gesto de un soldado que arroja su arma al río y un campesino que le alcanza una hogaza de pan. De esa nobleza, de esa madera está hecha Fogo de vento.

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/821942-fuego-del-viento-o-la-memoria-colectiva