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La idea de una película que comienza con un hombre viajando desde la ciudad al pequeño pueblo donde vivió parte de su juventud a raíz de una muerte cercana no es precisamente novedosa. Por el contrario, el cine ha recorrido decenas de veces caminos similares, casi siempre centrándose en el choque entre el carácter citadino del recién llegado y las particularidades de una idiosincrasia rural que mandata mirarlo de reojo. Pero Alan Guiraudie no es un director cualquiera, y en Misericordia –que se estrenará este jueves– da vuelta como una media esa premisa. El resultado es un relato destinado a partir aguas entre los adeptos de la moral tradicional, y aquellos que se solacen en la irreverencia y la extrañeza ante un universo conocido a la vez que cargado de particularidades.
Guiraudie encarnó una “gira rioplatense” que incluyó una parada en el Festival de Montevideo y otra en Buenos Aires, donde asistió a las funciones de su flamante trabajo en el Festival de Cine Francés y a una charla en la Sala Leopoldo Lugones posterior a la proyección de El desconocido del lago, que allá por 2013 lo colocó en el mapa audiovisual internacional. “Viajé mucho con esa película, sobre todo por Occidente y Asia: muchos países de Europa y América, Corea, Japón...Todavía hoy siempre me hablan de ella. Después de El desconocido del lago pude acceder a otro tipo de financiación. Si bien no tengo toda la plata que necesito o que me gustaría tener para filmar, algo que en este país (por la Argentina) relativizo porque estoy al tanto de panorama local, tengo más fondos que los antes y los actores ahora tienen ganas de trabajar conmigo”, cuenta el francés.
Exhibida por primera vez en el Festival de Cannes del año pasado y elegida como Mejor Película local por la prestigiosa revista de cine Cahiers du Cinéma, Misericordia es algo así como un thriller rural con mucho de tragicomedia, un film en el que conviven la impronta misteriosa e inescrutable de sus personajes con un humor de altísima incorrección política. Basta con ver el plano del cura desnudo para comprobarlo. Esa imagen –que difícilmente no esté entre las más recordadas de la cartelera 2025– llega bien avanzado un metraje que en sus primeros compases muestra la llegada de Jérémie (el esquivo Félix Kysyl) al pueblo donde trabajó como panadero para un hombre que acaba de morir. Lo que en principio es una visita relámpago termina como una larga estancia que desencadena una serie de hechos que no conviene develar. Solo puede decirse que involucrarán a la flamante viuda, al hijo de ella, al mencionado párroco, a un viejo conocido de Jérémie y hasta a una pareja de policías digna de una buddy movie.
El origen de Misericordia se ubica en las antípodas del de El desconocido del lago. Si aquélla surgió de “un deseo de confrontar su sexualidad”, tal como reconoció el realizador, ésta lo hace de la idea de “hacer una película erótica sin actos sexuales”. “El proyecto en sí era mezclar los géneros, e intentar trabajar siempre con la tragedia y la comedia porque ese es el movimiento de la vida. Además, a esta altura ya filmé una cantidad importante de películas, y tenía ganas de sorprenderme a mí mismo y a los espectadores, ir un poco hacia el lugar donde no me estaban esperando”, cuenta.
-Varias de sus películas transcurren fuera de la ciudad y comienzan con el personaje llegando a una zona campestre. ¿Hay un choque entre lo urbano y lo rural?
-No pienso que haya un choque entre lo rural y lo urbano. Efectivamente, Jérémie vuelve de la ciudad, pero para mí viene de un lugar que no es muy lejano y es una ciudad pequeña como Toulouse. No pienso mi cine como una oposición entre campo y ciudad sino que hago películas en el campo porque ahí me siento bien. El campo es un lugar bastante atemporal donde la época no está muy marcada y además me permite jugar mucho con lo que viví ahí. Es el universo que mejor conozco y donde me siento más cómodo.
-Ese hombre, como todos en este film, tiene un grado enorme de ambigüedad. ¿Cómo construye los personajes?
-Eso forma parte del meollo del proyecto. Como decía, hablo de tragedia y comedia como algo inherente a nuestras vidas. Creo que todos somos un poco ambiguos y no necesariamente estamos seguros de nosotros mismos todo el tiempo. Me da la impresión de que no somos iguales porque deseamos y tenemos cosas distintas. En Jérémie es donde está más marcada la ambigüedad. De él no sabemos si es un monaguillo o un asesino en serie. Con los demás está claro: su viejo amigo, el cura, la mujer...
-En un momento el policía habla del papel del deseo, a lo que el cura responde que nunca hay que subestimarlo. ¿Comparte esa idea
-(Risas) Creo que el poder del deseo es muy fuerte, pero ahí también bromeaba un poco, porque no sé si podemos encontrar a alguien que deseemos en medio del bosque. En cualquier caso, me gusta la idea de que el deseo tiene un poder enorme.
-El deseo como motor lleva a los personajes a situaciones absurdas, pero también en algunos casos a situaciones peligrosas. ¿Encuentra alguna relación entre deseo y peligro?
-Yo no establezco una relación entre peligro y deseo, contrariamente a otros cineastas, particularmente homosexuales. Acá no trabajé esa cuestión. No me interesa la idea de que el peligro excita el deseo. Creo que acá pasa por otro lado, pero en El desconocido del lago sí había algo de ese orden. Es más, ahí el deseo se mantenía pese al peligro, un estadio anterior a la idea de que el peligro excita el deseo.
-¿Por dónde pasa acá el motor del deseo?-No sé si acá hay “motor del deseo”. Creo que el deseo "es" el motor. Eso hace que Jérémie se quede en el pueblo y que el cura y la mujer actúen de la manera que lo hacen, aunque ninguno de ellos sabe de qué está hecho el deseo, que no necesariamente es sexual. El deseo es el motor de la película, principalmente, por mi deseo por los personajes que filmó.
-¿A qué se refiere con su deseo por los personajes?
-Tengo ganas de filmarlos, de estar con ellos. Hay un lado de ellos que hace que me den ganas de abrazarlos. Soy de la idea de que es posible poseer al otro a través de la mirada. Necesariamente hay algo erótico en todo eso. Esto lo digo por los personajes, pero también podría decirlo por el bosque. Hay una mirada muy deseante sobre eso y sobre el mundo. Cuando hacés películas, hay como unas ganas de abrazar el mundo.
-Varias críticas citaron como referencias al cine de Hitchcock o Claude Chabrol. ¿Fue así?
-Hitchcock es necesariamente una referencia porque forma parte del ideario común de quienes miramos o hacemos películas. Yo veía sus películas de chico. Los pájaros y Psicosis son muy importantes en mi educación audiovisual. Con el cine de Chabrol tengo una relación más complicada. Hay películas de él que me gustan mucho, pero me cuesta su mirada un tanto irónica o a veces superior a sus personajes.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/821676-alain-guiraudie-quise-hacer-una-pelicula-erotica-sin-actos-s