Menú

showbizBeta

Redes

29/4/2025

Camila Sosa Villada: "No hay que tenerles piedad a los lectores y espectadores"

El jueves presentará su nuevo libro en La Rural, La traición de mi lengua, donde se regodea en la incomodidad. Además, los viernes, el Malba pasa la película que adapta la insigne novela de la escritora y actriz, que publicó Soy en 2019.

"Me encantaría que me recordaran como una escritora erótica, casi pornográfica", desea Sosa Villada.
"Me encantaría que me recordaran como una escritora erótica, casi pornográfica", desea Sosa Villada.


EN VIVO

Cultura y Espectáculos

Presenta su nuevo libro en la Feria y estrena en cines "Tesis de una domesticación"

Camila Sosa Villada: "No hay que tenerles piedad a los lectores y espectadores"

El jueves presentará su nuevo libro en La Rural, La traición de mi lengua, donde se regodea en la incomodidad. Además, los viernes, el Malba pasa la película que adapta la insigne novela de la escritora y actriz, que publicó Soy en 2019.

Después del gran éxito literario de Las Malas, Camila Sosa Villada escribió una suerte de refutación a aquel texto: Tesis sobre una domesticación (Tusquets). Imaginó nuevos personajes, escribió una novela notable y luego trabajó en el guion de la adaptación cinematográfica junto al director Javier Van de Couter y Laura Huberman. Como si esto fuera poco, encarna a la protagonista: una actriz travesti muy prestigiosa, adinerada y recién casada (sin nombre en ambas versiones) que decide formar una familia con un abogado gay. Juntos se lanzan a la aventura de la adopción y ella deberá conciliar múltiples aspectos de su vida: ser esposa, madre, hija, hermana, estrella.

En diálogo con Página/12, la escritora y actriz confiesa que "el pasaje fue muy doloroso" porque "escribir es del orden de lo infinito, podés pensar y escribir todo lo que quieras, nada te impide hacer nada, mientras que en el guion eso se reduce al universo cinematográfico y es un poco más estrecho, y el de la actuación es todavía más pequeño, más íntimo". En la transposición de lenguajes –al igual que en una traducción– siempre hay algo que se pierde y Sosa Villada dice que para ella tuvo sus costos: "No me lo banqué. En el pasaje de la novela al guion ya hay una libertad que está coartada y eso se reduce cada vez más. La literatura es el infinito y en el cine te encontrás con que el director te dice: 'No te pares ahí'".

En la película Tesis sobre una domesticación, que recientemente obtuvo una mención especial en el BAFICI y que tiene funciones los viernes a las 20 en el Malba, hay elaborados planos secuencia. Cuando se le pregunta cuáles fueron los desafíos a la hora de la actuación, Camila declara: "Creo que no hay muchos actores que se banquen los planos secuencia; tienen que venir del teatro. El director tuvo suerte de encontrarse con Poncho (Alfonso Herrera), con Sebastián (Arzeno) y conmigo. A otros actores les cuesta más, a mí misma me agotaba mucho repetir una y otra vez, sobre todo las escenas sexuales porque había que arrancar desde el principio, no se podía retomar de ningún lado. Fue bastante agotador, pero no creo que haya sido un favor para los actores sino para la producción. De todas maneras, esa cuestión de no cortar nos permitía ir encontrando el tono justo de la actuación y eso fue muy placentero".

La tradición erótica y la apuesta por la incomodidad

–Hablás de las escenas sexuales. En la novela y en la película hay varias; también desnudos. El director hablaba de un gesto político. ¿Cómo lo definirías?

–No sé si fue un gesto político. Me interesaba que se custodiara la vida erótica de ella, que esa parte estuviera a salvo en la película porque funciona como un tamiz por donde pasan las cosas. Como autora me cuesta reconciliarme con esas pérdidas, pero esa vida erótica está bien custodiada por mí. También hubo una intimity (coach de intimidad), que es una figura que viene con la lógica de las plataformas y se ocupa de algunas escenas sexuales.

–¿Y cómo te llevás con ese tipo de figuras?

–A mí me congelaba. Pero yo vengo de un teatro donde se hacía pis en el escenario, no tengo rollo con lo que se ve y lo que no se ve, a pesar de que estaba muy insegura con mi cuerpo, con la edad, con mi cara. Pero en el momento lo hacía y lo disfrutaba. Me acuerdo de la primera escena que tuvimos con Poncho, en la que ella vuelve de una fiesta, él se despierta y ella está sacándole la ropa. Esa mañana fui a una perfumería en Galerías Pacífico y pedí un perfume que lo tumbara. Al final de la escena Poncho me dijo: "Hueles riquísimo, Camila" (en tono mexicano). Era como un juego.

 

–El género erótico está casi en peligro de extinción tanto en la literatura como en el cine. ¿Te interesa recuperar algo de esa tradición?

–Sí. Creo que esta película es bastante sutil, pudo haber sido un poco más subida de tono. Igual hace rato no veo películas donde el erotismo esté tan presente. En una época estaba La lección de piano, Zapatos rojos, Nueve semanas y media, incluso películas argentinas de Alejandro Doria: yo me crié viendo eso y en sus unitarios había una escena de sexo atrás de la otra. Me da gusto recuperar esa tradición para ver el erotismo como arte. A mí me encantaría que me recordaran como una escritora erótica, casi pornográfica. Me gusta eso y me parece que es un terreno que se olvidó. Dicen que esta es la época en la que menos se ha cogido en el mundo.

Una de las grandes apuestas en el arte –y en casi todo lo que encara Sosa Villada– es la posibilidad de encontrarse de frente con la incomodidad. Cuando protagonizó en Córdoba la obra Carnes tolendas, en 2009, ni siquiera se había sancionado la Ley de Matrimonio Igualitario; ése era el contexto. "La obra terminaba con un desnudo –recuerda–. Me sacaba una sábana y quedaba desnuda ante el público. La gente decía que la obra estaba muy bien pero que el desnudo era innecesario, que se podría haber evitado. Después quedó como una especie de leyenda aquella obra en la que una travesti se desnudaba frente al público. Me acuerdo que el Paco (Giménez), asesor de la obra, decía que la gente puede cerrar el libro si algo le parece muy fuerte mientras en el teatro tienen que apartar la cara. A mí me parece que está bien. No hay que perdonarles nada a los lectores ni a los espectadores, no hay que tenerles piedad porque si no no estás haciendo arte, es mero entretenimiento".

El abismo del lenguaje

–En la novela se narra una violación y adaptar eso en la cinematografía es un gran desafío. ¿Cómo te parece que quedó esa escena?

–Me quedé con hambre. La literatura puede ser el terreno de lo infinito pero en cine los directores intentan hacer su propio infinito. A mí me parece que podría haber sido mucho más sencillo y fácil de resolver, podría haberse visto mejor. Pero está bien. Es loco lo que pasa con el cine, y no lo digo por esta experiencia en particular. Ellos están filmando una historia sobre travestis y siempre están las travestis ahí, pero nunca nos preguntan, como si no supiéramos qué se está haciendo con la cámara o con la luz. Es un universo que sólo les pertenece a ellos, como si fueran unos niños que juegan con unos juguetes caros. No me llevo bien con ese verticalismo del cine.

En La traición de mi lengua (Tusquets), libro recientemente editado que presentará en la Feria del Libro este jueves 1º a las 17.30 en la Sala José Hernández, puede leerse: "Escribir limpiamente, higiénicamente, honestamente, escribir libros como una luz en el apocalipsis, me resulta repugnante (...) Soy incapaz de escribir ternura. Escribo a los golpes". Sobre esa concepción de la escritura, la autora dice: "Estoy cansada de leer novelas que no traspasan, libros que se escriben porque se escriben, simplemente porque tienen ganas de escribirlos. Es absolutamente legítimo pero yo quiero esos libros que te dejan mal un mes o una semana, que te perturban a un punto muy alto por el tipo de lenguaje que usan, por la complejidad con la que se aborda un tema o porque el tema en sí mismo es muy fuerte. No soy capaz de hacer esos libros amables con el lector, no lo hacía en teatro tampoco. Cuando hacía obras la gente se levantaba de la butaca y se iba de la sala porque había escenas demasiado violentas, un desnudo muy agresivo o una escena sexual en la que parecía que los actores estaban cogiendo de verdad a dos metros del espectador".

En ese sentido, Sosa Villada alude a la reciente censura de libros y dice que en algún momento era honroso que te censuren. "Un film censurado, un libro censurado, un poema censurado, una canción censurada... La versión de 'Gloomy Sunday' cantada por Billie Holliday, por ejemplo, fue censurada en la radio porque la gente se suicidaba. Era realmente un peligro para el otro." También recuerda algunos de sus consumos en los años '80: las producciones de Doria, Alta Comedia, las películas de Kieślowski que se pasaban por ATC o la tríada explosiva de Gasalla, Urdapilleta y Tortonese. En un posteo para promocionar este estreno, escribió: "Estudié actuación con Marcela Balsam", aludiendo a la inolvidable criatura botoxeada creada por Juana Molina.

"Hay cosas que hoy no se podrían hacer porque hay cierta higienización. La corrección política forma parte del fascismo con el que se comunican los políticos y los agitadores mediáticos en este momento, entonces siento que ganó el pudor, un pudor muy católico, muy cristiano, muy argentino." Al mismo tiempo, la actriz valora que esta película es independiente y, por lo tanto, "no hubo ninguna plataforma poniendo dinero", entonces "no está intervenida" por la narrativa actual. "Hoy le bajan el volumen a todo lo que puede ser peligroso y le suben el volumen a la alegría, a la belleza de los protagonistas." Una de las escritoras preferidas de Sosa Villada es Marguerite Duras, a quien cita con frecuencia y define como "la gran autora del peligro" porque "vos la leés y te da un poco de miedo lo que estás leyendo: va al abismo, se asoma y te podés caer".

En su libro no sólo aparece la idea de escribir contra la piedad sino también contra lo anterior: una suerte de refutación a sus propias creaciones. Camila asegura que Tesis sobre una domesticación fue, en algún sentido, una contestación a Las malas. "Quería evitar esa cosa piadosa de los lectores que pensaban 'pobre Camila, pobres las trans'. Tenía ganas de escribir una protagonista que fuera igual de rechazable que los protagonistas de cualquier escritor del canon." El lenguaje acarrea el peligro de mimetizarse con eso que no es tan propio, con lo otro que no responde a la raíz: "Es peligroso en tanto y en cuanto una se pliegue. Aprendés a hablar como esa gente, a decir las mismas palabras o modismos que usan ellos. Siempre opera del otro lado de la balanza la claridad del lenguaje que tiene mi familia o la claridad que tenían las travestis cuando estaba más con ellas, Córdoba y la zona rural de la que yo vengo. Todo eso opera como una plomada, como si me pusiera de nuevo en tierra y me dijera: 'Estás escribiendo como escribe cualquier escritora de la Argentina. ¡Escribí como escribís vos!'".

La herencia de las actrices dramáticas

En el proceso de reescritura de Tesis para Tusquets –la primera versión fue publicada en la colección Biblioteca Soy de Página/12–, Camila fue a buscar qué era lo que pasaba en el universo de las actrices. "Fui casi como en el periodismo gonzo y me encontré de frente a ese camión. Fue muy triste descubrir lo que les hacían en los sets de filmación. A veces una se pregunta por qué tal actriz es tan hija de puta o tan exigente o lo que sea, y después te das cuenta de que es por todo lo que pasan en un set. En un momento se volvió agotador: me cansé y me entristecí", cuenta.

La actriz dramática es, en cierto modo, otra especie en extinción. Camila enumera algunas actrices admiradas como Alicia Bruzzo, Nancy Dupláa, Julianne Nicholson, Victoria Abril, Carmen Maura o Adriana Barraza. En una entrevista de hace unos años, declaró que era una buena actriz dramática y podría decirse que es un oficio curioso considerando que estas actrices están dispuestas a sumergirse en algo de lo que todos intentan huir en su vida ordinaria: la tristeza. "En algún momento te enseñan a mentir, a fingir la locura. Yo no sabía. Por ejemplo, la escena del ataque de pánico cuando la protagonista discute con el marido para ver quién se queda a cuidar al nene la filmamos no sé cuántas veces y tenía que volver a llorar, a sentir eso. No es que no sé cómo se miente; no quiero saberlo. Yo quiero estar ahí porque me parece que la cámara capta esa estrategia actoral, esa verdad o no verdad. A mí me gusta ir y pasarla mal. O pasarla bien si la tengo que pasar bien".

"Tenés que comerte el viaje, Camila. Si no, no pasa absolutamente nada", solía decirle su maestro, Paco Giménez. "Es muy teatral esto de comerse el viaje. También es cierto que una debe elegir qué viajes comerse y cuáles no. Cada vez quedan menos obras de teatro o personajes en el cine; lo que me llega a mí casi siempre está lavado, higienizado. En Córdoba, en cambio, se ve otra cosa completamente distinta: se ve riesgo, actores sangrando, actuaciones complejas. Por eso me encanta que Tesis sea una película incómoda, que genere malestar. Me parece que es lo mejor que puede hacer una obra hoy. A los espectadores les deseo la incomodidad".

 

* Tesis sobre una domesticación: viernes a las 20 en el MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415). Presentación de La traición de mi lengua: jueves 1° de mayo a las 17.30 en la Feria del Libro (Sala José Hernández - La Rural, Av. Santa Fe 4201).

 

Suscribite a los newsletters del Grupo Octubre

Conocé todas las opciones del contenido que podés recibir en tu correo. Noticias, cultura, ciencia, economía, diversidad, lifestyle y mucho más, con la calidad de información del Grupo Octubre, el motor cultural de América Latina.

Este es un contenido original realizado por nuestra redacción. Sabemos que valorás la información rigurosa, con una mirada que va más allá de los datos y del bombardeo cotidiano.

Hace 37 años Página|12 asumió un compromiso con el periodismo, lo sostiene y cuenta con vos para renovarlo cada día.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/821693-camila-sosa-villada-no-hay-que-tenerles-piedad-a-los-lectore