Menú

showbizBeta

Redes

27/4/2025

"Benveniste/Rodríguez: percepción e ilusión", una retrospectiva guiada por la luz y el movimiento 

Desde los '60 para acá, Perla Benveniste y Ricardo Rodríguez reflexionan sobre el arte cinético, las posibilidades de materiales industriales como el acrílico y la circularidad del tiempo.

Con curaduría de María José Herrera, la muestra exhibe 31 obras de Benveniste y Rodríguez. Fotos: Gentileza Museo Nacional de Bellas Artes.
Con curaduría de María José Herrera, la muestra exhibe 31 obras de Benveniste y Rodríguez. Fotos: Gentileza Museo Nacional de Bellas Artes.


EN VIVO

Radar

En el Museo Nacional de Bellas Artes

"Benveniste/Rodríguez: percepción e ilusión", una retrospectiva guiada por la luz y el movimiento 

Desde los '60 para acá, Perla Benveniste y Ricardo Rodríguez reflexionan sobre el arte cinético, las posibilidades de materiales industriales como el acrílico y la circularidad del tiempo.

Imposible que el ojo alucinado deje de vibrar. La sensación es intensa; los colores, pregnantes y los destellos de luces, inolvidables. Benveniste/Rodríguez: percepción e ilusión, con curaduría de María José Herrera, en el Museo Nacional de Bellas Artes integra joyas de la producción temprana junto con piezas recientes de la pareja formada por Perla Benveniste (Buenos Aires, 1943) y Eduardo Rodríguez (Buenos Aires, 1934). Benveniste y Rodríguez crean piezas hipnóticas. Para la pupila obnubilada resulta difícil despegarse de sus magníficas cajas, relieves y columnas –algunos con mecanismos internos que crean imágenes en movimiento y desencadenan juegos óptico-lumínicos– son el resultado de investigaciones desarrolladas por los artistas desde los años sesenta.

Entre las 31 obras exhibidas de Rodríguez puede verse “Espacio temporalizado”, con la que obtuvo el Gran Premio de Honor en el I Certamen de Investigaciones Visuales en 1970. También hay otra pieza de los años setenta, cedida por el Palais de Glace, y creaciones de 1990 hasta el presente, pertenecientes a la colección del artista.

De Benveniste, se exhibe, junto con otras 24 obras, “Retroanteroversión”, una caja cinética que la artista realizó en 1969, y que donó al museo. Además, se presentan series de 2010, realizadas con madera y elásticos, y otras más actuales, creadas con acrílico, acetato y motor, provenientes de su colección personal.

“La gente piensa que las barras se mueven o que tienen agua, pero no es así”, cuenta Benveniste. Ya cuando terminó la escuela de Bellas Artes, la artista comenzó a experimentar con barras de acrílico, formas y colores. Con Rodríguez, vivían en un taller que Julio Le Parc les había prestado tras irse a París. La amistad de Rodríguez y Le Parc era –y sigue siendo– tan profunda que Rodríguez llegó a representar a su amigo para que pudiera casarse con Marta García, madre de los tres hijos del maestro mendocino, cuando él estaba en París. Tras la boda y las instancias legales, los padres de Marta permitieron que ella viajara para encontrarse con el artista en Europa.

Rodríguez, en esa primera época, hacía móviles. Además, recibía las cartas de su amigo Le Parc y, de este modo, se enteraba de cómo estaba el panorama de los artistas cinéticos en el viejo mundo. Le Parc había fundado el Grupo de Investigación de Arte Visual (GRAV), con el que realizó experiencias revolucionarias con el color, los efectos de la luz, el movimiento y, la participación del espectador. La praxis artística se ligaba al acto reflexivo, tanto individual como colectivo.

“Cuando Julio (Le Parc) se fue, yo todavía estaba en la Escuela de Bellas Artes. Cuando la terminé, salí muy entusiasmado con lo que me escribía desde allá –recuerda Rodríguez de aquella época–. Y empecé a dibujar tramas y a investigar, haciendo obras inspiradas en las que en ese momento hacían los artistas cinéticos allí aunque después desarrollé mis propias obras. Lo hacía con medios muy precarios: yo no tenía motores, trabajaba mucho por intermedio del calor de las lámparas para poder producir movimiento”.

“Cada vez me entusiasmaba más”, evoca Rodríguez en relación a aquel sistema que el joven Le Parc impulsaba en París junto con otros artistas y del cual se inspiró para sus propios trabajos. Con absoluta economía de recursos, fue desarrollando sus obras cinéticas. “Me interesaba mucho el movimiento de Vasarely y los conceptos de José Camón Aznar en su libro El tiempo en el arte, que me dio una visión diferente. 

“Empecé a trabajar pensando en el espacio y en el tiempo, y no hay espacio sin tiempo, ni tiempo sin espacio –continúa el artista–. Lo que nosotros hacíamos y hacemos todavía es un tiempo horario, un tiempo regido por una convención que son las 24 horas de nuestro planeta. Aznar habla más de un tiempo ontológico que se da en todas las épocas del arte: en los egipcios, por ejemplo, el tiempo de los muertos; en los griegos, el tiempo de la idea. Y así sucesivamente por todas las tendencias. Siempre seguí trabajando tratando de pensar en ese tiempo ontológico. Hasta que también me encontré con otros, como August Möbius, por ejemplo. Me interesó mucho este matemático que había objetivado lo que era el espacio continuo de una manera muy sencilla: agarrando una tira, doblándola y juntándola de nuevo, hace que ese espacio se pueda recorrer indefinidamente. Seguí investigando en esa dirección, que puede ser un poco esotérica, un poco inexplicable, pero me alentó mucho para seguir”.

ARTE Y VIDA EN MOVIMIENTO

Rodríguez fue becado para ir a París mientras Benveniste se quedó cuidando a su hijo bebé. Durante el Mayo Francés, cuando ya había ganado el Gran Premio en la Bienal de Venecia, Le Parc fue expulsado de Francia por hacer afiches para apoyar las reivindicaciones de los obreros de Renault. “Nosotros somos el poder”, decía uno de los afiches que tenía en su auto, junto con panfletos de apoyo a los obreros que estaban en una planta en las afueras de París y a quienes la policía planeaba desalojar. Si bien Rodríguez no pudo reencontrarse con su amigo como estaba planificado (la idea era presentarle una serie de personajes del mundo del arte), logró aprovechar el viaje y tras unos meses, regresó a Buenos Aires y expuso en el Di Tella.

En ese tránsito, fueron claves las premisas del GRAV, que se propuso un acercamiento con la gente sin pasar por el filtro de la crítica. De hecho, el grupo denunció la uniformidad de la producción artística y generaron una nueva relación entre la obra y el público, sacando el arte del cubo blanco y de los museos.

Le Parc propuso poner al artista en el nivel de un trabajador común y corriente: “Transformar la pretensión de hacer obras de arte por una constante experimentación. Abstenerse del juicio de los conocedores y críticos, y tener en cuenta la opinión popular”. Su preocupación fue “liberar al espectador de las inhibiciones que provoca el arte con su supuesta categoría de cosa superior y desarrollar en él la capacidad de acción y de reacción”.

“Nos apoyamos en los conceptos de Le Parc: usar la idea de movimiento real, que la gente pueda tocar, percibir, sentir, que no sea un cuadro estático, si no el movimiento real que él trabajó”, dice Benveniste. De sus primeros años en el Di Tella en la muestra se exhibe la cajita joya que la artista donó al museo.

LA RETINA ALUCINADA

En el Di Tella, Benveniste también trabajó con danza y expresión corporal, y hasta hizo performances que incluían música electrónica. Lo suyo siempre fue investigar, como lo hizo con los elásticos que terminó comprando en el barrio de Once y con los que creó obras que integran la muestra.

Por su parte, Rodríguez trabaja el acrílico como si fuera una piedra preciosa. Aprendió a usarlo cuando la Cámara Argentina del Plástico invitó a Antonio Berni, Rogelio Polesello y Emilio Renart, entre otros grandes artistas argentinos, a hacer obras de arte con este material. La cámara no sólo dio clases de acrílico sino de todos los plásticos y materiales que producían, desde telgopor hasta poliéster. Además, les regaló materiales a los artistas para que hicieran sus piezas. Los gerentes de la fábrica les enseñaron cómo cortar, pegar y doblar ese material novedoso. “Para mí fue un descubrimiento”, señala Rodríguez. Se trata, explica el artista, de un material muy maleable, que se puede cortar, lijar, doblar, pulir. Puede ser transparente o devenir opaco o se le puede agregar color. “Todo eso me dio una gama de posibilidades que otros materiales no me daban: por eso me dediqué mucho a investigarlo”, recuerda. Con el tiempo, compró las herramientas para hacer las obras: sierras, amoladora, lijadora, pulidora, torno.

Con la luz, las tallas de acrílico de Rodríguez producen un efecto indescriptible: una vez más, la retina alucina con los dibujos lumínicos que desatan las piezas en acrílico, que parecen de un extraño cristal. Primero, Rodríguez talla a mano, con martillo y cincel. Uno puede imaginar al artista reconcentrado; en un tiempo propio, único. Luego lija, pule, observa detalles casi imperceptibles para el observador no avezado, y consigue piezas transparentes, etéreas. La pupila agradece extasiada.

Benveniste/Rodríguez: percepción e ilusión se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. Del Libertador 1473. De martes a viernes, de 11 a 19.30; sábados y domingos, de 10 a 19.30. Hasta el 15 de junio. Gratis. 

Suscribite a los newsletters del Grupo Octubre

Conocé todas las opciones del contenido que podés recibir en tu correo. Noticias, cultura, ciencia, economía, diversidad, lifestyle y mucho más, con la calidad de información del Grupo Octubre, el motor cultural de América Latina.

Este es un contenido original realizado por nuestra redacción. Sabemos que valorás la información rigurosa, con una mirada que va más allá de los datos y del bombardeo cotidiano.

Hace 37 años Página|12 asumió un compromiso con el periodismo, lo sostiene y cuenta con vos para renovarlo cada día.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/820939-benveniste-rodriguez-percepcion-e-ilusion-una-retrospectiva-