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25/4/2025

"Un pastel para dos": toda alegría es política

El film de Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha usa el encuentro accidental entre dos ancianos para revisar la represión a la mujer en la sociedad iraní.

"Un pastel para dos" transcurre en gran medida en tiempo real, dentro de una casa
"Un pastel para dos" transcurre en gran medida en tiempo real, dentro de una casa


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Rodada en secreto y prohibida en Irán, su país de origen

"Un pastel para dos": toda alegría es política

El film de Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha usa el encuentro accidental entre dos ancianos para revisar la represión a la mujer en la sociedad iraní.

Un pastel para dos 7 puntos

(Keyke mahboobe man; Irán/Francia/Suecia/Alemania, 2024)

Dirección y guion: Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha.

Duración: 97 minutos.

Intérpretes: Lili Farhadpour, Esmaeel Mehrabi, Mohammad Heidari, Soraya Orang.

Estreno en salas de cine.

Rodada en secreto durante los convulsionados tiempos que siguieron a la muerte de Mahsa Amini luego de su arresto por la Policía de la Moral del Gobierno de Irán, Un pastel para dos no menciona al movimiento "Mujer, Vida, Libertad" surgido a partir de ese hecho ni ofrece imágenes de las manifestaciones en las calles de Teherán, como si lo hace la contemporánea La semilla del fruto sagrado, de Mohammad Rasoulof. Sin embargo, el film dirigido a cuatro manos por los realizadores Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha (que habían codirigido previamente Ballad of a White Cow) no deja de señalar las condiciones cotidianas de la mujer en la sociedad iraní, el control y represión sobre cada aspecto de su comportamiento, vestimenta y actitudes, puertas adentro y en las calles.

No es casual que, como Rasoulof –también como Jafar Panahi y tantos otros cineastas y artistas de ese país–, Moghadam y Sanaeeha hayan sido acusados por el gobierno de propagar con su film un artículo de propaganda contra el régimen, además de ofender a la moral pública, cargos que usualmente conducen a la prisión o, en el mejor de los casos, al ostracismo y la prohibición de viajar al extranjero o volver a filmar.

Censurada en su país de origen, Un pastel para dos participó el año pasado de la competencia del Festival de Berlín, desde luego sin la presencia de los directores. En principio, la historia de dos ancianos que se conocen accidentalmente y pasan una noche comiendo, bebiendo y bailando no parecería ser un elemento particularmente subversivo, pero la aplicación de la sharía en la sociedad iraní contemporánea no lo ve de la misma manera. Mahin (Lili Farhadpour) es un viuda que pasa sus días durmiendo hasta las doce, ya que por las noches le cuesta conciliar el sueño, haciendo compras, regando las plantas de su patio y mirando novelas en la televisión. Cada tanto la casa acoge a un puñado de amigas de su edad, todas sin marido vivo. Aunque, según sus propias palabras: "Antes nos reuníamos una vez por mes, ahora una vez por año". Es durante una de esas reuniones, llenas de chismes y comentarios sobre enfermedades, que una amiga de la anfitriona menciona un encuentro fugaz con un hombre encantador y caballeroso, anécdota que enciende una pequeña chispa en Mahin.

El guion, escrito por los realizadores, incluye una escena temprana de elocuente crítica social: la protagonista se topa en un paseo público con una chica que no está usando correctamente el hiyab y está a punto de ser detenida por la policía. De allí a un restaurante para jubilados, donde Mahin ve por primera vez a Faramarz (Esmaeel Mehrabi) un taxista de su edad que ya debería estar jubilado, ex soldado y también viudo. Lejos del recato promovido por las reglas sociales, la mujer espera el regreso del hombre en la parada de taxis y le pide que la lleve a su casa; ya en pleno viaje, la conversación deriva en una invitación frontal a pasar la noche juntos. Sin velo, con música, comida, una torta cocinándose en el horno y una botella de vino casero convenientemente escondida en una repisa. A partir de ese momento, Un pastel para dos transcurre en gran medida en tiempo real y en ese único espacio: el living, la cocina y el patio ahora iluminado de la protagonista.

Desde luego, este romance otoñal entre dos seres solitarios que avanza en algunas pocas horas nocturnas podría hacer pensar en decenas de otros relatos similares –algunos sensibles, otros sensibleros– que el cine de todo el mundo entrega regularmente. Pero aquí el contexto lo es todo, y un simple baile entre un hombre y una mujer que no han sido consagrados por el matrimonio o el mero hecho de escuchar a una mujer cantando ("No pongas música fuerte", le advierte una vecina chismosa y vigilante) se transforman en un acto de rebeldía inconmensurable.

Sobre el final el relato pega un fuerte giro ante un hecho inesperado –aunque las señales están allí a la vista–, y Mahin debe tomar una decisión extrema. La ternura, esa torta hecha con amor y que quizás no llegue a consumirse, es reducida por la fatalidad. Todo pastel, todo baile, toda alegría es política.

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/820732-un-pastel-para-dos-toda-alegria-es-politica