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“Esto lo estoy tocando mañana…”. Si hubiera sido jazzman, Chris Marker habría podido decir esas mismas palabras que Julio Cortázar puso en boca del alter ego de Charlie Parker en su cuento “El perseguidor”. De algún modo, Marker (1921-2012) siempre estaba filmando mañana, siempre se adelantaba a su época. Ya fuera en el campo de la ficción, del documental o del ensayo, o cruzando en un mismo film todos estas fronteras con una libertad y una lucidez asombrosas, el autor de La jetée (1962) –quizás el cortometraje más famoso de la historia del cine- siempre fue un auténtico pionero, de esos que van abriendo caminos que ni siquiera se sospechaba que podían existir. Para comprobarlo basta con acercarse a partir de este martes a la Sala Leopoldo Lugones, que le dedica a este autor único del cine francés un foco con seis de sus creaciones, representativas de distintos períodos de su obra, pero también de su afán de búsqueda inquebrantable.
Del Marker inicial no sólo estará el legendario La jetée, un corto en forma de fotomontaje que –seis décadas después de su realización- sigue siendo fuente de inspiración y de aprendizaje, no sólo por su visión lírica y desencantada de un futuro apocalíptico cercano, que sigue siendo tristemente posible, sino también por el modo en que con los elementos más escasos el autor fue capaz de materializar un film imperecedero. “Ni una sola vez Marker hace uso de las convenciones de la ciencia ficción tradicional”, escribió nada menos que J.G. Ballard cuando vio el film hacia 1966. “Creando desde cero sus propias convenciones, triunfa allí donde la ciencia ficción invariablemente falla”.
También se verá Carta desde Siberia (1958), la película que en su momento llevó a André Bazin a acuñar el término “cine ensayo”, una categoría que sigue vigente al día de hoy, casi siete décadas después. “La palabra que importa aquí es ‘ensayo’, entendida en el mismo sentido que en literatura: un ensayo a la vez histórico y político, aunque escrito por un poeta”, decía el creador de los Cahiers du Cinéma. Tal como indica su título, Lettre de Sibérie inaugura también en la obra de Marker el relato cinematográfico epistolar, que sería una constante en su obra y una gran influencia en cineastas de muy distintas épocas, latitudes y concepciones estéticas. Por poner un ejemplo cercano: Carta a un padre (2014), de Edgardo Cozarinsky.
Esa relación tan personal como dialéctica entre la imagen y el comentario, entre lo que se ve y lo que se escucha, que Marker ya había probado en sus guiones para Alain Resnais (Toda la memoria del mundo, Las estatuas también mueren) inaugura en Carta desde Siberia un modus operandi al que el realizador ya casi nunca renunciaría, como lo demuestra otra de la cumbres del ciclo, Sans soleil (1983), film pionero en el uso de la tecnología digital que –en su cruce entre el diario de viaje, la novela epistolar, el ensayo filosófico y la ficción apocalíptica- prefiguró el cine del siglo XXI.
Como su amigo y colega Joris Ivens, Marker también fue un viajero incansable y de allí adonde fuera –la Unión Soviética, la República Popular China, el Chile de Salvador Allende-, como camarógrafo, fotorreportero o cineasta, traía imágenes con las que luego iría construyendo su obra. Es el caso de El fondo del aire es rojo (1977), su monumental reflexión sobre las distintas eclosiones políticas y sociales que tuvieron su manifestación más ilustre en el Mayo parisino de 1968, pero no necesariamente su expresión revolucionaria más profunda, que Marker seguía encontrando en lo que por entonces se llamaba Tercer Mundo, de Vietnam a Cuba.
“Cada crisis da nacimiento no sólo a un nuevo futuro sino también a un nuevo pasado”, dice Marker –a través de la voz de Simone Signoret- en un pasaje revelador de Le fond de l'air est rouge, porque encierra ese constante movimiento de ida y vuelta del cine de Marker entre el porvenir y la Historia con mayúsculas, que funciona en su cine como memoria personal y colectiva, siempre pasible de ser reinterpretada. Es el caso de otro momento luminoso de ésta película en particular y del método Marker en general: unas imágenes de su propio archivo de los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 adquieren otro significado más de dos décadas más tarde. “Entonces –cavila Marker- yo pensaba que estaba filmando al ganador del equipo de equitación chileno y en verdad estaba filmando a un golpista: el teniente Mendoza, que luego sería el General Mendoza, miembro de la Junta de Pinochet. Uno nunca sabe lo que está filmando”. De esas sutilezas, de esas paradojas está hecho el cine de Chris Marker.
Con la cooperación del Institut Français d’Argentine, el ciclo Chris Marker se realiza en el marco del Festival del cine francés. Y en ese mismo contexto es que la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín ha organizado la proyección especial –este martes a las 19 horas- de El desconocido del lago, premio a la Mejor Dirección en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes 2013, seguida por una conversación abierta con el realizador Alain Guiraudie. Será una ocasión única de rever o descubrir (nunca es tarde) uno de los mejores films franceses de la última década y de acceder a una charla con su director, moderada por el crítico Diego Brodersen, programador de la Sala Lugones.
“En una película como El desconocido del lago –escribió Luciano Monteagudo en ocasión del estreno del film en Buenos Aires- es quizá más importante que nunca que el árbol no impida ver el bosque, que aquello que está por delante y bien a la vista, y sin dejar de ser esencial, no obstaculice la riqueza formal y de sentidos que hay también más allá de lo evidente. La película del gran realizador francés Alain Guiraudie –premio a la mejor dirección en la sección Un Certain Regard del último Festival de Cannes– está ambientada en su totalidad en una playa nudista gay, un sitio de levantes y encuentros casuales, y contiene escenas de sexo explícito. Pero es precisamente porque transcurre allí y en ningún otro lugar que el film de Guiraudie necesita de esas escenas y las incorpora naturalmente al relato, que nunca deja de ser un thriller existencial, que vuelve a poner en escena el eterno combate entre Eros y Thanatos y que –como en El imperio de los sentidos, de Nagisa Oshima– no hace sino llevar hasta las últimas consecuencias la ley del deseo”.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/819759-el-cine-segun-chris-marker