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Avanza el espíritu arrabalero y nostálgico sobre el territorio de las plataformas de streaming, y en medio de un mundo cruzado por algoritmos e inteligencia artificial, unos chicos díscolos hacen un álbum de rock. Volvieron las bandas. Pocas semanas atrás, se publicó el disco homónimo de Fonso y Las Paritarias: catorce canciones plagadas de referencias a la música popular argentina y con una reivindicación caprichosa de la identidad nacional, esa misma que día tras días se diluye en los unos y ceros que construyen Internet.
Esta sociedad ilícita está encabezada por Lucas Difonzo (aka Fonso) y la terminan de conformar Martín Luchina, Piter Mazda, Sebastián Puntillo, Octavio Majul y Elena Radiciotti (acaso la única cuota de elegancia y cordura de este grupo de excentricidades). Esta misma banda ya había participado en la grabación de Día del trabajador, disco anterior de Fonso, aunque había sido firmado como un álbum solista. A diferencia de aquella vez, estas nuevas canciones están compuestas y escritas por toda la banda. Bajo árboles que, según cuentan las malas lenguas, fueron plantados por los padres de la patria, el grupo armó un retiro espiritual de varios días, en el conurbano bonaerense, para dedicarse a componer.
Este es un rasgo contra-epocal de Fonso y Las Paritarias. En los últimos años, la industria de la música ha priorizado –o magnificado– los proyectos solistas. Siguiendo con la lógica que produjo el ascenso de la figura del influencer, las nuevas estrellas son chicas y chicos “solos”. La banda como formato, al parecer, tiene un tufillo vintage, salvo honrosas excepciones. Suben las estrellas, bajan las bandas, quedan los artistas. Sin embargo, este proyecto parecería ser una trinchera contra esa lógica y, al mismo tiempo, un experimento que trata de dar cuenta que seis cabezas tienen algún tipo de habilidad musical y cognitiva, capaz de hacer un álbum. En el fondo es pura soberbia; el mensaje subliminal es que seis cabezas piensan mejor que una. La respuesta al individualismo actual es un álbum de catorce canciones pensadas por un grupo de amigos. Si el lema de la actualidad es “sálvese quien pueda”, esta banda para seguir rezándole a la plegaria de “la salida es colectiva”. Lo cual no está ni bien, ni mal, es sólo una cuestión de creencias.
Se han publicado algunos discos que parecen marcar otro pulso para la narrativa de la época y que se distancia de la idea de grupo. Por ejemplo, el álbum homónimo de Marttein –artista clase 2001 que sacó un disco pop ultra procesado y deforme– refiere explícitamente a la desolación post pandémica que habita su generación: la propuesta intenta funcionar como un escape de la situación que les ofrece el mundo real, sin un futuro al cual dirigirse. La diferencia entre una cosa y la otra no tiene que ver sólo con cómo se hacen las cosas. Es decir, las canciones de Fonso y Las Paritarias no son menos solitarias porque se hacen de a seis – mientras que las de Marttein parecerían reflejar más bien una experiencia personal y una manera individual de producir–, sino porque se conectan con una tradición y porque no tienen la pretensión de “hacer algo nuevo”.
Esta banda no es un rejunte de soledades, de niños desorientados, porque se reconocen adentro de una tradición; en su disco hay rock, sí, pero también folklore, carnaval y baladas. Entre esas canciones pasean Charly García, Mercedes Sosa, Babasónicos, el Dúo Salteño, Fito Paéz, León Gieco y Andrés Calamaro. Además, aparecen algunos otros personajes que no forman parte del mundo musical, como el poeta Néstor Perlongher o el escritor Carlos Busqued. En los términos de esta banda, abrazar la tradición es un pasaporte a la compañía. Rechazarla, en cambio, es un viaje a la angustia y la soledad. Si el norte es “hacer algo nuevo” eso encierra sí o sí una idea de soledad: nadie más hace lo que vos querés hacer, estás solo en ese camino. No hay diálogo posible.
Este abrazo a la tradición que hay en estas canciones, sin embargo, encierra una trampa: ¿piensan Fonso y Las Paritarias que todo pasado fue mejor? La pregunta no se responde en estas canciones y este es el punto en el que el álbum se vuelve muy actual. Lo que pasó antes estuvo bien, parecen decir, pero perpetuarlo no es garantía de éxito. De alguna manera el dilema que aparece en los temas es el que atraviesan los que crecieron con las mieles que inundaron a la Argentina en los tempranos dos mil, pero que poco a poco fueron consumiéndose. En las canciones de este disco no hay certezas sobre cómo seguir, sino dudas. A dónde fue a parar la década ganada. Cómo recobrar algo de esa ilusión. Qué se puede hacer salvo ver películas.
En medio de ese dilema aparecen un puñado de letras que oscilan entre canción de protesta, cancherismo progresista y crónica de la vida contemporánea. “No necesito esa remera de H&M” grita Fonso apenas empieza el disco, chiste fácil y sin metáfora sobre este ícono de la moda y la fast fashion. Pero el gesto contestatario que aparece al comienzo luego se diluye y da lugar a posiciones más de desgano e incredulidad, como en la canción “Tomar las armas”, donde la emoción de decepción y descreimiento político es explícita. Lo que sobrevuela todas estas canciones, desde las contestatarias y rockeras –como “Gris analgésico”–, hasta las raras y caprichosas –como la zamba “Días de consenso”– es la ironía y el humor. Fonso y Las Paritarias parece ser una banda tan autoconsciente de lo que hace, lo que piensa y el mundo en el que se inserta su música que no puede más que reírse de eso mismo. La ironía y el humor son el escape de la solemnidad. No se trata de decir algo importante, sino de decir algo y punto.
Así como Trump defiende los intereses de los Estados Unidos y le cobra aranceles a todo el mundo, Fonso y Las Paritarias defiende la música y los intereses de esta tierra. El interrogante por la identidad nacional, que ya había aparecido en Día del trabajador, es algo insoslayable. Está todo el tiempo de fondo y la respuesta que ensaya esta banda es que eso que señalamos de “argentino” y “propio”, no es más que un rejunte de estilos, ideas y emociones que a veces resultan hasta inconexas. Lo nacional, en los términos de este grupo, sería una gran mesa donde se sientan el Mono de Kapanga, Cuchi Leguizamón, Macedonio Fernández y por qué no hasta Martha Argerich.
Finalmente, el disco homónimo de Fonso y Las Paritarias se puede resumir de la siguiente manera: era joda y quedó.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/819161-el-nuevo-disco-de-fonso-y-las-paritarias