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Lucio Castro y Mía Maestro se conocieron largo tiempo atrás en un taller literario del poeta Javier Adúriz. Muy rápido se hicieron amigos y confidentes, probablemente sin saber lo que les depararía la vida: a ella, una carrera en Hollywood iniciada a comienzos del milenio, luego de que su participación en Tango, de Carlos Saura, la colocara en el mapa audiovisual internacional; a él, una mudanza a Nueva York, donde está radicado hace años. Mucho menos sabían que se embarcarían en una aventura creativa juntos, ni que presentarían el resultado de esa aventura primero en el Festival de Berlín y luego en el de Buenos Aires. Pero acá están, director y actriz, jugando de locales y rodeados de amigos, parientes y conocidos varios, con la flamante After This Death bajo el brazo. La segunda película del responsable de Fin de siglo –ganadora de la Competencia Argentina en 2019– la última de sus tres proyecciones en Bafici este sábado a las 14.10 en el Cinépolis de Plaza Houssay.
“La realidad es que la escribí antes de Fin de siglo”, dice Castro ante la consulta de si es verdad aquello de que las segundas películas son más difíciles que las óperas primas. “El tema es que ésta requería más elenco, más presupuesto. La primera la hice con casi nada y por mi cuenta, y acá el proceso, entre reescrituras de guion, búsqueda de financiación, cambios de elenco y equipo, etcétera, fueron diez años”, cuenta el realizador, no sin antes mirar de reojo a su amiga, que tuvo un pequeño rol en su primer largometraje y acá prestaba su rostro a Isabel desde el primer borrador.
“Es una manera de trabajar muy diferente cuando es con alguien con quien te conocés tanto”, reconoce la también cantante, cuyo CV incluye trabajos en la serie Alias y la saga Crepúsculo, y sigue: “Por momentos con mucha más libertad, por otros es más difícil, porque con Lucio somos como hermanos, no tenemos filtros ni una relación profesional. Pero al mismo tiempo soy una de las personas que más lo conoce en este mundo. Y lo mismo él conmigo. Es difícil que me pase eso con otro director. Que escribiera este personaje para mí, que es muy personal y al que entiendo perfectamente, se dio de manera muy natural”.
Maestro es aquí una mujer embarazada, música de vocación y doblajista por obligación, que gusta de vaguear por un bosque cercano a la casa que comparte con su marido. En una de sus pequeñas cuevas conoce a un músico under, aunque con un número nada despreciable de seguidores (y especialmente seguidoras). La onda entre ambos no tarda en tomar la forma de una relación “amorosa” –la cosa es más física que pasional, como reconocerá más abajo el director–, hasta que la repentina desaparición de él empuja la vida de Isabel a un solapado descontrol. “Nunca me senté a trabajar a Isabel, es como que la llevo en el cuerpo desde la primera llamada que hicimos. Si bien hubo muchos guiones y el rol de Isabel y la historia cambió mucho durante estos años, hay algo que todo eso, de todas esas historias que no están en el corte final, que me quedó”, agrega.
-¿Cómo fue cambiando la película a lo largo de estos diez años?
Lucio Castro: -Siempre fue Mía y la idea de mujer al norte de Nueva York, en este bosque que no está en medio de la nada sino muy cerca de una ciudad grande. No cambió tanto la idea, porque era una mujer sola y saliendo o entrando en alguna relación. En un momento el marido había muerto y descubría algo sobre él. Pero la idea central de una mujer sola en el bosque siempre me pareció interesante, porque el bosque es el lugar de casi todos los cuentos y donde surge la fábula. ¿Qué hace una mujer ahí? ¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿Hacia dónde va? Siempre escribo de una forma muy simple, como que planteo algo general tipo marco y después lo otro va apareciendo.
-¿Cómo fue el trabajo para entender un personaje que tiene sus lados enigmáticos?
L. C: -Ella nunca me hizo las preguntas típicas de un actor sobre de dónde viene, qué hace, ni nada. Puede tener que ver con leyó versiones previas o que escribí a Isabel pensando en ella. Y cuando me refiero a ella me refiero también al hecho de que entró a Hollywood en el año 2000 como mujer latina, que yo la conozco y sé que no es eso. Obviamente es una mujer latina, pero tiene otros componentes que el estereotipo norteamericano no representa. También me interesaba darle eso.
Mía Maestro: -Hay algo muy argentino en la idea de estar en otro espacio, en otro contexto, y no encajar completamente. Isabel tiene eso. Y nosotros, con Lucio viviendo en Nueva York y yo en California hace muchos años, lidiamos con eso cotidianamente. Para mí Isabel siempre fue muy natural, y todo el proceso se dio de esa manera. Me parece natural que una mujer embarazada decida tener una relación con otra persona. La libertad de su cuerpo, de su sexualidad, de su sensualidad… son como dogmas que yo también tengo, así que fue fácil acceder a eso. Y hay como una adicción de aventura, a decidir tener otras vidas, a hacer cosas completamente poco convencionales.
-¿El hecho de que ni la película ni Isabel planteen como problema el tener una relación con otro hombre es parte de la naturalidad que mencionás?
L. C.: -Me interesa cuando el drama ocurre más en la audiencia que en la película. Muchas veces la música, por ejemplo, te fuerza a sentir de una determinada manera, pero prefiero que las películas muestren algo y que cada espectador después lo tome como un drama, un conflicto o algo que está mal. Si yo enfatizara que algo está mal, estaría limitando la película, haciéndola más chiquita. Prefiero mostrar una situación y que cada uno piense lo que se le ocurra. Creo que se agranda la película, pero es verdad que el espectador espera siempre ser guiado y que, al no haber una guía, pueda sentir una especie de confusión o preguntarse qué estoy viendo. A mí como espectador me encanta sentir esa libertad.
M. M.: -Creo que lo interesante es presentar una sexualidad fuera de un matrimonio, pero también fuera de un marco de infidelidad. Nunca se habla de infidelidad acá. Hablamos varias veces, sobre todo con Rupert Friend, que es el actor que hace de mi marido, sobre que puede ser que ellos tengan una relación abierta o que él tenga muchas amantes y ella decida tener uno por primera vez. Está bueno que no se explique eso y que deje un interrogante para que la audiencia lo piense.
-El no saber puede resultar inquietante…
L. C.: -Sí, y es jugar con esa inquietud, que me parece una palabra positiva. La inquietud genera una especie de fervor o efervescencia en los espectadores. Es un estado inestable más interesante que estar sentado, aceptar todo e irse.
M. M.: -También es un tipo de cine que creo que nosotros admiramos mucho, que es un cine de otro tiempo, de otras décadas. Me acuerdo que cuando nos estábamos preparando hicimos una lista de películas para ver. No eran convencionales y hoy serían muy difíciles de hacer.
-Mía, ¿tus aproximaciones a los personajes suelen ser así, sin preguntar tanto, o acá se dio porque conocés a Lucio?
M. M.: -Sólo me pasó dos veces eso: acá y en una película que se llama La vaca que cantó una canción hacia el futuro, de la chilena Francisca Alegría. Con ella también trabajamos durante muchos años. Cuando una viene trabajando durante tantos años, al llegar al set el personaje ya está. De hecho, creo que fueron las dos actuaciones que más disfruté de toda mi carrera. No sé si será porque ya tengo tantos años trabajando y mi actuación entró en una etapa diferente o el estar tiempo con Isabel.
-¿A qué te referís con que tu carrera está “en una etapa diferente”? ¿Sentís que tu estilo fue cambiando?
M. M.: -Cuando una es más joven, los personajes están más focalizados en la belleza, la sexualidad o la sensualidad. Si bien Isabel tiene todo eso, es una mirada más madura. Es como la vida misma, que una va cambiando y espera que la sexualidad, la sensualidad y la manera que uno habita la vida vaya evolucionando y sea más rica, más compleja, más interesante. En la actuación pasa eso mismo: cuantos más años tengo, me siento más cómoda en un set y en un escenario, con más confianza.
-Tanto en Fin de siglo como acá la cuestión del deseo es algo central. ¿Qué les interesa de la idea de deseo como motor?
L. C.: -Hace poco pensé en eso, en que el deseo se mueve y no está estático, en que es exterior al cuerpo. Incluso creo que el deseo es una idea muy propia del cine, con el voyeur estático mirando lo que se mueve. La base del cine es el deseo, y creo que Fin de siglo y ésta miran al deseo sin ser películas pasionales. Es una película con pasiones, dolores, terrores y música, pero desde un lado estático. Me parecía interesante observar el deseo sin pasión.
Los Ángeles es sinónimo de cine, pero en los últimos años no la pasó nada bien. Al parate obligado por la pandemia le siguió la huelga simultánea de guionistas y actores durante varios meses de 2023 y, la cerecita del postre, una serie de incendios a comienzos de este 2025. ¿Cómo está Los Ángeles desde adentro? Maestro, que vive allí más de veinte años, cree que esta sucesión de sinsabores “despertó el amor a la ciudad, que es un poco la ciudad que todo el mundo ama detestar”. “Yo la adoro: está llena de creatividad, es bellísima, tiene montañas, el océano, desiertos, acantilados a tres o cuatro horas. Hoy está muy golpeada, pero creo que se está reestructurando de una manera más real, no tan hollywoodense, como que se está haciendo de abajo”, concluye.
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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/817615-mia-maestro-y-lucio-castro-el-deseo-es-una-idea-muy-propia-d