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8/4/2025

Competencia Internacional del Bafici (IV): relatos disímiles en estilo e intenciones

Los films hablan de extranjeros en territorio desconocido, infancias atravesadas por la muerte y marineros varados en tierra firme.

Rogelio Ojeda González, el protagonista de Monstruo de Xibalba.
Rogelio Ojeda González, el protagonista de Monstruo de Xibalba.


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Se presentaron "Magic Farm", "Monstruo de Xibalba" y "Beachcomber"

Competencia Internacional del Bafici (IV): relatos disímiles en estilo e intenciones

Los films hablan de extranjeros en territorio desconocido, infancias atravesadas por la muerte y marineros varados en tierra firme.

De marineros varados en tierra firme, extranjeros en territorio desconocido e infancias atravesadas por la muerte discurrieron las tres últimas películas presentadas en la Competencia Oficial Internacional del Bafici, el encuentro cinematográfico porteño que avanza hacia los tramos finales de su 26° edición. Una de ellas llegada de Grecia, en calidad de estreno mundial, otra de origen estadounidense, aunque rodada en el interior de nuestro país y de realizadora hispano-argentina, la tercera oriunda de México. Tres relatos disímiles en su estilo e intenciones. Magic Farm es el segundo largometraje de Amalia Ullman, la cineasta y artista visual nacida en la Argentina pero criada en Gijón, en el norte de España, y actualmente radicada en los Estados Unidos, quien ya había participado de esta misma competencia con su ópera prima, la notable y muy autobiográfica El Planeta, hace cuatro años. Su nueva creación cinematográfica es muy diferente a aquel relato en estricto blanco y negro, aunque sí se repite un sentido del humor solapado que, de pronto, toma por asalto la pantalla.

La excusa de la colorida Magic Farm es la visita de un grupo de creadores de contenido para un canal de streaming cuya especialidad es la búsqueda de fenómenos y personas estrafalarias en distintos lugares del mundo, con un inequívoco tono amarillista. Así, tras las pistas de un tal Súper Carlitos que canta disfrazado de conejo, el equipo “americano” termina en un pequeño pueblo rural del interior argentino llamado San Cristóbal, sin saber que… bueno, se equivocaron de lugar por muchos miles de kilómetros. El choque cultural no tarda en aparecer, aunque la corrección política impide ser del todo franco, pero también surgen los vínculos más inesperados entre los visitantes y los pueblerinos. Chloë Sevigny, como la cara visible del show dentro de la ficción, forma parte del equipo, pero Ullman concentra más la atención en sus asistentes, una joven argentina criada en España que vive en EE.UU. (como Ullman, desde luego), el camarógrafo y el sonidista. En particular en estos dos últimos, quienes a poco de llegar y con el proyecto a punto de desbarrancar entran en relación emocional con el dueño del hotel donde están parando y una joven lugareña, respectivamente. Extraña, imperfecta, por momentos algo irritante, la apuesta de la realizadora en esta excéntrica comedia ultra indie es indudablemente original.

Monstruo de Xibalba, ópera prima de la directora mexicana Manuela Irene, no tuvo hasta ahora un recorrido muy extenso en festivales, pero merecería tenerlo. La trama es por demás sencilla y puede bajarse al papel de manera escueta: un niño de 8 años llamado Rogelio viaja con su nana a una localidad del interior de Yucatán, a la espera –todo así parece indicarlo– de que pueda reunirse con su padre. Antes de llegar, en pleno viaje nocturno en ómnibus, la visión de un cadáver a la vera de la ruta, consecuencia de un accidente de tránsito, excita la imaginación del chico, que parece estar obsesionado con la idea de la muerte. A poco de llegar, la niñera deja que Rogelio pase un día en compañía de otro niño y un adulto definitivamente particular (El Niño Flaco y El Niño Viejo, así se llaman ellos mismos), en parte quizá para que se acostumbre a ese ámbito natural, muy diferente al citadino.

Las aventuras son mínimas, pero el poder de su impacto no es nada menor, como suele ocurrir durante la infancia. La imagen de una calavera enorme tallada en piedra y la leyenda maya acerca de un monstruo local permean los sueños y las pesadillas, pero es sobre todo el contacto con un anciano de la zona durante un aparente ritual sacrificial lo que moviliza a Rogelio de allí en más. Ermitaño y, en un primer momento, hosco y silencioso, el “monstruo” se abre al contacto con el mundo terrenal y el protagonista entabla una de esas relaciones que pueden marcar toda una vida. Entremezclando la vigilia con lo onírico y lo terrenal con lo fantástico, Manuela Irene construye un pequeño prodigio narrativo de enorme belleza y poder de encantación, un relato de crecimiento alejado de los lugares comunes de ese tipo de historias cinematográficas. Mención aparte para el joven actor Rogelio Ojeda González, rostro inolvidable por su capacidad de sugestión y una simpatía casi opuesta a los cánones de candidez infantil.

Otra hallazgo de la competencia, más aún por tratarse de un estreno mundial en toda regla, Beachcomber, segunda película del griego Aristotelis Maragkos, dice estar basada en la obra poética de Nikos Kavvadías, de quien la Wikipedia afirma que “fue un poeta y escritor griego, nacido en 1910 y fallecido en 1975, que utilizó sus viajes por el mundo como marinero como metáfora de la huida de las convenciones sociales”. La traducción del título, en tanto, podría ser “Raquero”, que la RAE define como “la persona que anda recogiendo los objetos perdidos en las costas por algún naufragio o echazón”, aunque la definición que ofrece Elias, el protagonista del film, está más cerca de aquellos que aman el mar y salen a navegar sin tener una profunda conexión con el oficio. Lo que encuentra Elias no es un simple trozo de embarcación o un objeto echado por la borda, sino un barco completo, encallado cerca de la costa y con el herrumbre acechando como si fuera una representación física de la muerte.

Enojado con la vida, el hombre anhela salir al mar pero no parece capaz de abandonar la tierra: la libertad provisional le impide zarpar en el primer barco que aparezca por el puerto. La escucha obsesiva de los cassettes heredados de su padre marinero –suerte de bitácoras cruzadas con diario íntimo y poético– dispara aún más el deseo y lo empuja a seguir engalanando su cuerpo con tatuajes. Entre peleas autoprovocadas en el bar del lugar y un tirante vínculo sentimental con una mujer, Elias entiende que ese barco abandonado encarna la posibilidad de que soñar con el mar no sea un deseo imposible y, ayudado por un cuarteto variopinto de asistentes, pone manos a la obra para su rescate y puesta a punto.

Si la descripción precedente puede hacer pensar al lector en un drama al uso corriente, realista y algo maniqueo, Beachcomber se encarga rápidamente de borrar esa impresión. Maragkos entrelaza tonos y emociones de forma impresionista, cruzando el registro de las actividades del protagonista y el resto del equipo con imágenes y sonidos que parecen surgir de su mente y corazón, entendido este último como órgano poético y no simple motor vital. De pronto, la pantalla abandona las cualidades prístinas y muta en una imitación de un viejo VHS con problemas de tracking. Esa capacidad camaleónica de la película es su mayor virtud, y en sus mejores momentos logra transmitir emociones que no pueden racionalizarse sencillamente.

Magic Farm se exhibe el miércoles 9 a las 22 y el viernes 11 a las 15 en Cinépolis Plaza Houssay 4.

Monstruo de Xibalba se exhibe el jueves 10 a las 14:30 y el sábado 12 en Cinépolis Plaza Houssay 2.

Beachcombers se exhibe el miércoles 9 a las 18:50 y el viernes 11 a las 16:30 en Cinépolis Plaza Houssay 2.

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/816625-competencia-internacional-del-bafici-iv-relatos-disimiles-en